domingo, 2 de junio de 2013

Capítulo 5- Puedes contar conmigo.

Dani salió de casa sin saber aún las circunstancias del mensaje de whatsapp de Miriam. Se peinó delante del  espejo y volvió a mirar el mensaje que no hacia ni diez minutos le había enviado su amiga:
“ Necesito verte, sal cuando puedas”.
Le necesitaba. Iría a verla. Ella siempre había estado ahí, le había apoyado siempre. Sobre todo desde el momento en el que se entero de que su novia estaba viéndose con el novio de su mejor amiga a escondidas. Los dos lo estaban superando como podía, ambos sonreían con las bromas que se gastaban el uno al otro.
Cogió la mochila, se la puso sobre los hombros, salió de casa. Miriam le estaba esperando en la puerta.
Dos besos, bromas, criaturas mágicas que salían revoloteando de la mochila que la chica. Llegó el momento de las explicaciones.
-          Entonces… ¿ Salió así de la nada del libro que te dejo Mario?- Preguntó el chico algo extrañado. Aunque le dijese que no le necesitaba, sabía que ahora no podía dejarla tirada. Que su amiga necesitaba contar con su ayuda aunque todo lo que estaba viviendo le resultase bastante raro.
-          Dani, Se que esto puede resultarte ahora bastante raro, pero por mucho que ahora esto te parezca imposible, es real- Explico la chica de cabello oscuro y rizos indefinidos.
-          Es real, lo sabeees! – Cantó Shishá. Aunque  revoloteaba al lado de Dani, este resultaba confuso. Las palabras de Miriam fueron lo que le hizo entrar en razón.
-          Vale! Esto es rarísimo, si se lo contásemos a alguien no nos creería, pero voy a ayudaros. No podéis enfrentaros solas a esto.
La chica le abrazó. Durante un largo tiempo las palabras se callaron. Quedo un silencio. Un silencio que demostraba que ambos podían confiar en el otro, que aunque en ese mismo momento todo pareciese extraño podían contar el uno con el otro.
Miriam le dio las gracias, pensó. ¿ Quién era el realmente, que tenía que ver con todo esto? No lo sabía, le importaba. Debía descubrirlo antes de que las miles de preguntas le rondasen por la cabeza. Debía ayudarse, y para resolver todas sus preguntas, debía contar con otra persona.

Cogió el teléfono, marco el número. El plan marchaba sobre ruedas. Solo había que creerlo.

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