domingo, 12 de mayo de 2013

Capítulo 2- Hay miradas que delatan.


-          Buuuh!- chilló una voz tras su espalda.
-         - ¿ Edu?
Ella  pensaba en él primer día, sus ojos aún brillaban.
-          No, fallaste!
No se trataba de Edu, si no de un chico castaño. Chico castaño que parecía idiota, pero a pesar de lo idiota que pudiese resultar a veces le quería. Le quería bastante. Le conocía de hace tiempo ya que con tres años ya se hicieron inseparables. Su amistad seguía ahí, jamás se había esfumado, y es que al parecer en esos momentos ese muchacho era la única persona con la que le apetecía hablar, la única con la que sabía que podía contar. Jamás le había fallado.
-        -   Eres tonto, no hace falta dar sustos para saludar a la gente- Se quejó la muchacha de cabello castaño y rizos indefinidos.
-          - Venga Miriam! Solo era una broma, ¿ Dónde está tu sentido del humor?
-          - Se esfumo ¿ Vale? Perdona pero hoy no estoy para chistes.
-          - ¿ Quieres hablar?
-       -   Si.
El muchacho se sentó a su lado, cruzo las piernas, a continuación esta señalo un banco. Se sentaron.
-        -  Bueno… ¿ Vas a contarme que te pasa?
-          - Si, resulta que a quién yo consideraba mi mejor amiga es idiota, resulta que se veía con mi novio a escondidas, me ha engañado. Me he sentido traicionada. No me digas que la perdono porque no pienso hacerlo. Esto no.
-          - Espera, espera… ¿  Qué Edu se veía con Alba?
-          Eso parece, no todos los días ves a tu mejor amiga dándose el lote con tu chico, y lo peor, lo que más me duele, es que no me lo haya dicho. En ningún momento dijo que le gustaba, que le quería o cosas así. Solo se lanzaban miradas en clase, miradas que parecían inocentes. Que no tenían ningún significado.
-          - Las miradas a veces delatan.
-        -   Lo sé Mario lo sé,¿ Qué puedo hacer?
Se formo un silencio. Un silencio que al parecer no molestaba a nadie. Las palabras no eran forzadas, todo parecía estar en orden. Todo salvo Edu, que en aquel momento paseaba con Alba por los pasillos. Miriam rompió a llorar.
-          - Idiota! Eso es lo que soy.
Mario intento tranquilizarla, la chica parecía intranquila. Le abrazó, le beso la mejilla izquierda y a continuación le dijo:
-        -   Escucha, no tienes porque sufrir, ¿ No te das cuenta de lo tonta que estas siendo?
-          -¿ Tonta? ¿ Dices que es ser tonta y que no sufra después de esto?
-         -  No digo eso, creo que no me has entendido.
-        -  ¿ Que carajos me estas intentando decir Marcos?
-          -Te digo que no tienes porque llorar y menos por ese, ese que se va con otra en cualquier momento, que sortea miradas a gente que no es la adecuada. No te merecía. Tú vales más que esos dos juntos.
-         - ¿ Eso crees?
-           -Pues claro! ¿ Nunca has leído Peter Pan?
-          -¿ Peter qué? ¿  Quién es ese?
-        -  Pues resulta que es un niño que no quiere crecer, que no se enfrenta a los problemas, de manera que vive todo el rato encerrado en su propia realidad en el país de nunca jamás y..
La chica le interrumpió, le tapo la boca con una mano, no quería saber el finar del libro. Ya se lo imaginaba, seguro que al final entraba en razón. Todos los libros que leen sus hermanos son así¿ Y qué pasa después? Que vuelve a la tierra, ahí conoce a alguien que le hace cambiar el rumbo y decide quedarse con ella. Estaba segurísima.


-       -   Y ese Peter… ¿ Al final decide crecer no? No puede quedarse todo el rato encerrado en su propia realidad.
-        -  Eso es algo que tendrás que descubrir, no pienso revelarte el final del libro.
-         - Venga… ¿ Qué va a hacer sino? Me estas poniendo nerviosa ¿ sabes?
-          - Odio decir el final de los libros, tengo el libro en clase, si quieres luego te lo llevas y me dices que te ha parecido.
Ella no dijo nada, se quedó callada pero Marcos ya sabía su respuesta. Era un sí, por muy cabezota que ella fuese, por mucho que le costase aceptarlo. Quería el libro le causaba curiosidad. No hubo palabras, cuando este miro hacia el lado derecho del banco el libro había desaparecido. Miriam ojeaba el libro, página tras página, parecía feliz. Cuando miro a su lado esta le dedicó una sonrisa. Ya no era una sonrisa triste, era una sonrisa de agradecimiento porque aunque no lo pareciese, ese era uno de los mayores detalles que en ese momento alguien pudiese haber tenido con ella. Cruzaron las miradas. Sonrieron.

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